La investigación es fundamental para tener las mejores variedades

El agricultor español siembra su cereal (avena, cebada, trigo, centeno y triticale) con el 32% de semilla certificada.  Implica más producción y menos costes, lo que justifica plenamente el trabajo de los obtentores de nuevas y mejores variedades.

Desarrollar  una variedad en la Unión Europea supone, de media, millón y medio de euros. La empresa emplea más de diez años para desarrollarla y contrastar que aporta ventajas sobre las que ya existen en el mercado. La aportación económica del agricultor hace para comprar la semilla certificada y por acondicionar su grano también le beneficia.

Una parte del canon se destina a crear un  Fondo de Investigación Local Cogestionado. Su objetivo es la puesta en marcha de programas específicos destinados a la innovación varietal adaptada a las necesidades de la agricultura nacional.

La innovación y la investigación son más necesarias que nunca para afrontar adversidades como la sequía de la última campaña, las enfermedades vegetales, la mala nascencia o producciones que ponen en jaque la rentabilidad de la explotación. Por estos y otros motivos, es imprescindible contar con semillas que permitan una agricultura mejor y más competitiva. Y es que la investigación en nuevas variedades siempre se pone de manifiesto en favor de la cosecha.

Otros contenidos relacionados:

“La investigación es fundamental: las variedades de antes ya no se siembran”

Tomás Feliz tiene más regadío que parcelas sin irrigar en la Moraña. En su secano de la zona de Aldeaseca de Arévalo (Ávila) siembra a pesar de ello la nada despreciable extensión de 80 hectáreas con trigo, cebada y colza. “Sí, sí, sí… siempre siembro R2. Y algo de R1 para acondicionar el grano para mí”, asegura de manera tajante.

“Hay que utilizar semilla buena”, razona. “La nascencia es más homogénea. El fallo que pueda tener es mínimo. Y con menos dosis de siembra nace bien, así que ahorras con la semilla certificada”, puntualiza Feliz.

Este agricultor abulense es de los que toma algunas decisiones que no son las más habituales en el sector. Por ejemplo, es él quien hace su propio acondicionamiento de granos para la siembra. Y, también, hace en persona la declaración a la que está obligado.

Defiende que la trazabilidad de la cosecha obtenida con semilla certificada tiene todas las garantías. “La siembro en tierras en buenas condiciones, donde la contaminación es imposible. La trazabilidad es perfecta”, zanja.

El canon, que el agricultor aporta como tarifa única por el acondicionamiento, es vital para que el desarrollo de nuevas variedades más productivas y mejor adaptadas siga adelante. “La investigación es fundamental. Cada año se avanza más. Las variedades de antes ya no se siembran”, resume Tomás Feliz.

“El agricultor confía mucho más cada día en la semilla certificada”

“El uso de la semilla certificada está creciendo mucho y muy rápido. El agricultor confía cada día más en ella. El crecimiento de la semilla certificada es exagerado”, afirma tajante el técnico de la cooperativa zamorana Cobadu José Crespo. Él constata que ya son muchos los agricultores que compran certificada R2 para la siembra y así se evitan los inconvenientes del almacenamiento propio, entre otros muchos.

Si el agricultor adquiere la semilla certificada deja de lado el condicionante que le supone la suya, que le obliga a sembrarla en una época determinada. Si la meteorología no es la idónea la pondrá en un momento poco adecuado. Así, el desarrollo y la rentabilidad baja mucho. La diferencia es que, por el contrario, cuando el terreno está bien y el tiempo es bueno puede adquirir la variedad ideal para esas condiciones.

Crespo está convencido de que el productor confía cada año más en los profesionales, de manera que prefiere la certificada a “lo suyo”, sobre todo tras campañas de cosecha escasa como la última. “En ocasiones como esta, que tienen poco, prefieren comprar la semilla y olvidarse de problemas”, apunta. El técnico recalca la mayor producción que supone, además de que no está contaminada con otras variedades y que incluye ya tratamientos fitosanitarios. “Se dejan asesorar. Van cogiendo confianza”, insiste el experto de Cobadu.

La investigación y desarrollo de nuevas variedades posibilita que para cada momento y parcela haya en el mercado la mejor opción: la que sea más productiva y rentable. “Cada cultivo tiene su ciclo. No se puede poner en diciembre o enero un ciclo largo. Y si es lo que tienes en casa…”, zanja José Crespo.

El especialista incide en que la inversión de las casas de semillas y la profesionalidad de los multiplicadores repercute en beneficio de la cuenta de resultados del agricultor, que se beneficia de sembrar las nuevas variedades que mejor se adaptan a cada explotación.

Más recursos para mejorar las variedades y en favor de la semilla certificada

La innovación en nuevas variedades que se adapten a las condiciones agroclimáticas de las diferentes comarcas españolas y la promoción de las siembras con semilla certificada son dos objetivos principales reflejados en el  convenio sobre reempleo de granos para siembra.

Asaja, UPA, Cooperativas Agro-alimentarias y Anove-Geslive han asumido en este acuerdo, suscrito el pasado mes de julio, colaborar activamente en la ejecución de un plan anual de formación y divulgación que se financiará con parte de los fondos recaudados.

El canon que el agricultor abona por el acondicionamiento de su grano es esencial para mantener la investigación varietal de la que se beneficia el sector en su conjunto.

Una parte de ese dinero se destina a crear un  Fondo de Investigación Local Cogestionado. Su objetivo es la puesta en marcha de programas específicos destinados a la innovación varietal adaptada a las necesidades de la agricultura nacional.

Además, el fondo para promover el uso de la semilla certificada impulsará acciones para la promoción de la utilización de semilla certificada en línea con la campaña desarrollada con el lema ‘Semilla Certificada: Recoges lo que siembras’, que es posible consultar en la página web www.semillacertificada.org.

Fondos vitales para investigar y divulgar las nuevas variedades

El 80% de la semilla que se siembra en Suecia es certificada. En Francia, Italia y Reino Unido también es más de la mitad. Los agricultores españoles hacen la sementera de cereales (avena, cebada, trigo, centeno y triticale) con el 32% de semilla certificada.  El crecimiento es continuado. Hace solo seis años el porcentaje estaba doce puntos porcentuales por debajo.

Las mejoras en la producción agrícola, la reducción de los costes de la explotación y la eficiencia de las nuevas variedades son argumentos que al productor le convencen para que apueste sobre seguro por la certificada de las variedades más recientes en el mercado. El trabajo y la inversión de los obtentores están bien justificados.

El coste de desarrollo de una variedad en la Unión Europea ronda el millón y medio de euros. Y para ello la compañía necesita más de diez años para desarrollarla y contrastar que produce más y se adapta mejor a determinados terrenos y comarcas.

En los últimos catorce años, el rendimiento medio de las diez variedades de trigo más sembradas en España ha aumentado en 30 kilos por hectárea y año gracias a la aportación que supone la incorporación al mercado de nuevas variedades, que son de mejor calidad, más productivas y resultan más rentables.

La aportación económica que el agricultor hace para comprar la semilla certificada y por acondicionar su grano repercute a su favor. Por el resultado que obtiene en la cosecha y porque ese dinero sirve además para que la investigación y la divulgación sobre las nuevas variedades sigan adelante.