Los agricultores son los primeros interesados en utilizar para la siembra la mejor semilla. La búsqueda de la mayor producción, y la consiguiente rentabilidad, pone a la semilla certificada en el primer puesto de salida. La siguiente opción es el acondicionamiento del propio grano, con el abono del pago que establece la ley. Productores, técnicos y responsables de cooperativas, además de otros agentes implicados acreditan que ambas son las mejores opciones. Casi las dos únicas en la práctica.
“Siembro al 100% semilla certificada”, repite varias veces en defensa de su manera de gestionar los campos Félix Asensio del Teso, agricultor en Toro (Zamora). “Cebada, triticale, veza, trigo… todo lo que siembro es certificado”, insiste. “Si compras semilla certificada sí te crees que es pura”, afirma tajante Diego Hernández, que además de la explotación Agrícola Llorente gestiona la seleccionadora Semilla Esgueva en Valladolid. No tiene dudas. Y confía en las cualidades de lo que siembra si tiene la pureza genética acreditada.
Respecto a la diferencia en los costes respecto a utilizar semilla o grano acondicionado, el agricultor de San Llorente (Valladolid) Santiago Bombín señala que “no es muy importante entre la R2 que compramos y el reempleo de grano”. Una cantidad de dinero “que es muy pequeña, teniendo en cuenta que el gasto importante se realiza en abonar y tratar los cultivos”.
“Está demostrado que el escalón más productivo es el R2. A partir de R3 la genética decae mucho, sobre todo en relación con los rendimientos. La semilla R2 es mucho más productiva haciendo exactamente lo mismo. Tanto como la R1, solo que esta le resulta mucho más cara al agricultor. Esta última solo es recomendable para quien desee hacer su propia R2”, asegura Urbano Blanco, de Agropal.
“Hay que utilizar semilla buena”, razona Tomás Feliz, de Aldeaseca de Arévalo (Ávila). “La nascencia es más homogénea. El fallo que pueda tener es mínimo. Y con menos dosis de siembra nace bien, así que ahorras con la semilla certificada”, concluye.
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