José Miguel Domínguez cultiva, junto a su hermano, en torno a 80 hectáreas en Moraleja del Vino (Zamora). Sabe de primera mano qué ventajas le reporta la semilla certificada. Todos los años siembra de ella varias hectáreas, cuyo grano cosechado acondiciona después para la reutilización propia. “La semilla se deteriora si sigues utilizándola varias campañas. Por eso me gusta la certificada”, explica tajante y convencido por la experiencia de mucho tiempo en la agricultura.
Sobre la adaptación a sus terrenos de las variedades que le ofrecen en la zona tampoco tiene dudas. “Se adaptan todas bien”, señala en referencia a las que comercializa la cooperativa allí y que él cosecha. Domínguez preside la comunidad de regantes Virgen del Aviso desde hace quince años. En el secano cultiva guisante, avena, trigo y cebada mientras que en el regadío pone maíz y alfalfa.
“No me parece mal el canon. Y es una maravilla no tener que andar dando vueltas”, añade respecto a las ventajas que le suponen al agricultor las posibilidades de pago y la tarifa única que se especifica en el último convenio sobre el acondicionamiento de granos para la siembra.
Para Domínguez también “es importante que las casas modernicen las variedades” porque “ahora, con un año muy malo, se ha cogido más que hace cincuenta años porque entonces se sembraba siempre lo mismo”. “La vida cambia para mejor”, resume optimista.