En el entorno de Toro (Zamora) Félix Asensio del Teso cultiva cerca 500 hectáreas. Le da para viñedo, guisantes, maíz dulce, forraje, cereal, lentejas, garbanzos… Este año, por ejemplo, dedicará 160 hectáreas solo a cebada. Ya la lluvia que ha traído el cambio de año en la comarca zamorana ha servido para uniformar las nascencias, aunque al profundizar con el arado veinticinco centímetros la tierra continúa todavía seca. “Si quiere llover más tendremos una cosecha normal”, se consuela el agricultor.
De todas formas, para Del Teso la apuesta es clara: lleva tres años en los que nada más pone semilla certificada en las fincas de su extensa explotación. “Siembro al 100% semilla certificada”, repite varias veces en defensa de su manera de gestionar los campos. “Cebada, triticale, veza, trigo… todo lo que siembro es certificado”, insiste.
“Con menos kilos sembrados en su época hay mejores resultados. Se nota en la nascencia. La semilla certificada tiene más poder”, describe Del Teso. Por los 200 kilos que antes empleaba ahora le basta con 170, o menos, de certificada.
Además, le va mejor por “temas logísticos”. Organizar la semilla propia supone que es necesario disponer de una nave en la que guardarla, donde a pesar de todo siempre acumulará humedad y atacará el gorgojo. “Al final, hay que tirar algo todos los años”, explica. Ahora le sirven en ‘big bags’ la simiente que necesita, e incluso le recogen lo que le sobre.
Con la semilla certificada todo son facilidades y ventajas para el agricultor.