Tomás Feliz tiene más regadío que parcelas sin irrigar en la Moraña. En su secano de la zona de Aldeaseca de Arévalo (Ávila) siembra a pesar de ello la nada despreciable extensión de 80 hectáreas con trigo, cebada y colza. “Sí, sí, sí… siempre siembro R2. Y algo de R1 para acondicionar el grano para mí”, asegura de manera tajante.
“Hay que utilizar semilla buena”, razona. “La nascencia es más homogénea. El fallo que pueda tener es mínimo. Y con menos dosis de siembra nace bien, así que ahorras con la semilla certificada”, puntualiza Feliz.
Este agricultor abulense es de los que toma algunas decisiones que no son las más habituales en el sector. Por ejemplo, es él quien hace su propio acondicionamiento de granos para la siembra. Y, también, hace en persona la declaración a la que está obligado.
Defiende que la trazabilidad de la cosecha obtenida con semilla certificada tiene todas las garantías. “La siembro en tierras en buenas condiciones, donde la contaminación es imposible. La trazabilidad es perfecta”, zanja.
El canon, que el agricultor aporta como tarifa única por el acondicionamiento, es vital para que el desarrollo de nuevas variedades más productivas y mejor adaptadas siga adelante. “La investigación es fundamental. Cada año se avanza más. Las variedades de antes ya no se siembran”, resume Tomás Feliz.