“El uso de la semilla certificada está creciendo mucho y muy rápido. El agricultor confía cada día más en ella. El crecimiento de la semilla certificada es exagerado”, afirma tajante el técnico de la cooperativa zamorana Cobadu José Crespo. Él constata que ya son muchos los agricultores que compran certificada R2 para la siembra y así se evitan los inconvenientes del almacenamiento propio, entre otros muchos.
Si el agricultor adquiere la semilla certificada deja de lado el condicionante que le supone la suya, que le obliga a sembrarla en una época determinada. Si la meteorología no es la idónea la pondrá en un momento poco adecuado. Así, el desarrollo y la rentabilidad baja mucho. La diferencia es que, por el contrario, cuando el terreno está bien y el tiempo es bueno puede adquirir la variedad ideal para esas condiciones.
Crespo está convencido de que el productor confía cada año más en los profesionales, de manera que prefiere la certificada a “lo suyo”, sobre todo tras campañas de cosecha escasa como la última. “En ocasiones como esta, que tienen poco, prefieren comprar la semilla y olvidarse de problemas”, apunta. El técnico recalca la mayor producción que supone, además de que no está contaminada con otras variedades y que incluye ya tratamientos fitosanitarios. “Se dejan asesorar. Van cogiendo confianza”, insiste el experto de Cobadu.
La investigación y desarrollo de nuevas variedades posibilita que para cada momento y parcela haya en el mercado la mejor opción: la que sea más productiva y rentable. “Cada cultivo tiene su ciclo. No se puede poner en diciembre o enero un ciclo largo. Y si es lo que tienes en casa…”, zanja José Crespo.
El especialista incide en que la inversión de las casas de semillas y la profesionalidad de los multiplicadores repercute en beneficio de la cuenta de resultados del agricultor, que se beneficia de sembrar las nuevas variedades que mejor se adaptan a cada explotación.