La investigación es fundamental para tener las mejores variedades

El agricultor español siembra su cereal (avena, cebada, trigo, centeno y triticale) con el 32% de semilla certificada.  Implica más producción y menos costes, lo que justifica plenamente el trabajo de los obtentores de nuevas y mejores variedades.

Desarrollar  una variedad en la Unión Europea supone, de media, millón y medio de euros. La empresa emplea más de diez años para desarrollarla y contrastar que aporta ventajas sobre las que ya existen en el mercado. La aportación económica del agricultor hace para comprar la semilla certificada y por acondicionar su grano también le beneficia.

Una parte del canon se destina a crear un  Fondo de Investigación Local Cogestionado. Su objetivo es la puesta en marcha de programas específicos destinados a la innovación varietal adaptada a las necesidades de la agricultura nacional.

La innovación y la investigación son más necesarias que nunca para afrontar adversidades como la sequía de la última campaña, las enfermedades vegetales, la mala nascencia o producciones que ponen en jaque la rentabilidad de la explotación. Por estos y otros motivos, es imprescindible contar con semillas que permitan una agricultura mejor y más competitiva. Y es que la investigación en nuevas variedades siempre se pone de manifiesto en favor de la cosecha.

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Una vía para obtener mayor producción con unos costes limitados

Una de las cuestiones que han logrado poner de acuerdo a técnicos y agricultores es que confiar en la semilla certificada se traduce en una mayor producción, acompañada por una reducción en los costes de explotación. Una opción más eficiente que, además, es más amable con la naturaleza.

Basta con tomar papel y lápiz para constatar las ventajas de esta semilla: la dosis de siembra necesaria es de 200 kilos por hectárea en el caso de la certificada, frente a los 240 kilos del grano acondicionado.

De este modo, se puede considerar que el agricultor debe pagar 70 euros por hectárea por la semilla, frente a los 55 euros del grano propio reempleado. Solo que en este segundo caso se deben añadir a esa cantidad siete euros por hectárea en calidad de selección del grano, más otros dos euros por el tratamiento fungicida. Además de otros dos para el almacenamiento y transporte: 66 euros por hectárea, solo cuatro por debajo de lo que supone la semilla certificada.

Junto al mero análisis de costes, cabe recordar que la certificada permite obtener mayores rendimientos por hectárea, al mismo tiempo que un mayor peso específico.

Entre las ventajas también se puede destacar que con la certificada se reduce la presencia de malas hierbas, puesto que al adquirirla se evita la presencia de otras especies vegetales. Como consecuencia, mayores rendimientos por hectárea y una reducción del coste en tratamientos contra las malas hierbas.

Lo mismo cabe decir respecto a las plagas y enfermedades, puesto que la certificada lleva incorporadas materias activas fitosanitarias que permiten a la futura planta resistir mejor la presencia de plagas y enfermedades.

 

“El agricultor confía mucho más cada día en la semilla certificada”

“El uso de la semilla certificada está creciendo mucho y muy rápido. El agricultor confía cada día más en ella. El crecimiento de la semilla certificada es exagerado”, afirma tajante el técnico de la cooperativa zamorana Cobadu José Crespo. Él constata que ya son muchos los agricultores que compran certificada R2 para la siembra y así se evitan los inconvenientes del almacenamiento propio, entre otros muchos.

Si el agricultor adquiere la semilla certificada deja de lado el condicionante que le supone la suya, que le obliga a sembrarla en una época determinada. Si la meteorología no es la idónea la pondrá en un momento poco adecuado. Así, el desarrollo y la rentabilidad baja mucho. La diferencia es que, por el contrario, cuando el terreno está bien y el tiempo es bueno puede adquirir la variedad ideal para esas condiciones.

Crespo está convencido de que el productor confía cada año más en los profesionales, de manera que prefiere la certificada a “lo suyo”, sobre todo tras campañas de cosecha escasa como la última. “En ocasiones como esta, que tienen poco, prefieren comprar la semilla y olvidarse de problemas”, apunta. El técnico recalca la mayor producción que supone, además de que no está contaminada con otras variedades y que incluye ya tratamientos fitosanitarios. “Se dejan asesorar. Van cogiendo confianza”, insiste el experto de Cobadu.

La investigación y desarrollo de nuevas variedades posibilita que para cada momento y parcela haya en el mercado la mejor opción: la que sea más productiva y rentable. “Cada cultivo tiene su ciclo. No se puede poner en diciembre o enero un ciclo largo. Y si es lo que tienes en casa…”, zanja José Crespo.

El especialista incide en que la inversión de las casas de semillas y la profesionalidad de los multiplicadores repercute en beneficio de la cuenta de resultados del agricultor, que se beneficia de sembrar las nuevas variedades que mejor se adaptan a cada explotación.

Fondos vitales para investigar y divulgar las nuevas variedades

El 80% de la semilla que se siembra en Suecia es certificada. En Francia, Italia y Reino Unido también es más de la mitad. Los agricultores españoles hacen la sementera de cereales (avena, cebada, trigo, centeno y triticale) con el 32% de semilla certificada.  El crecimiento es continuado. Hace solo seis años el porcentaje estaba doce puntos porcentuales por debajo.

Las mejoras en la producción agrícola, la reducción de los costes de la explotación y la eficiencia de las nuevas variedades son argumentos que al productor le convencen para que apueste sobre seguro por la certificada de las variedades más recientes en el mercado. El trabajo y la inversión de los obtentores están bien justificados.

El coste de desarrollo de una variedad en la Unión Europea ronda el millón y medio de euros. Y para ello la compañía necesita más de diez años para desarrollarla y contrastar que produce más y se adapta mejor a determinados terrenos y comarcas.

En los últimos catorce años, el rendimiento medio de las diez variedades de trigo más sembradas en España ha aumentado en 30 kilos por hectárea y año gracias a la aportación que supone la incorporación al mercado de nuevas variedades, que son de mejor calidad, más productivas y resultan más rentables.

La aportación económica que el agricultor hace para comprar la semilla certificada y por acondicionar su grano repercute a su favor. Por el resultado que obtiene en la cosecha y porque ese dinero sirve además para que la investigación y la divulgación sobre las nuevas variedades sigan adelante.

Javier de Sebastian: «Desde los años 50 las nuevas variedades han incrementado su rendimiento a ritmo de un 1% anual»

Javier de Sebastián, Jefe de producto de Limagrain Ibérica y miembro del Comité de cereal de Anove, pudo explicarnos durante las jornadas Genvce 2017 los resultados del experimento realizado sobre la evolución de las variedades de trigo blando y su aportación a la agricultura moderna; los resultados son esclarecedores. 

El punto de partida de éste era el análisis de las variedades utilizadas desde los años 50 en España hasta la actualidad. El objeto: demostrar lo que las nuevas variedades han aportado a la agricultura en términos de calidad y rendimiento.

Las conclusiones son claras en términos porcentuales: estas variedades a lo largo de los años han ido creciendo su rendimiento en un 1% de media, adaptándose eficientemente a las condiciones climatológicas de su tiempo.

Si quieres conocer el experimento con más detalle pincha en el siguiente enlace donde lo explicamos ampliamente.

Estas pruebas, demuestran con la experiencia el valor de la semilla certificada a lo largo del tiempo, ya que es la única que sigue garantizando rendimiento, calidad, una mejor adaptación a las condiciones climatológicas y un mejor uso de los distintos insumos.

¡Gracias!